El mundo de la economía tiene una gran cantidad de productos financieros que se adaptan a cada una de las necesidades, preferencias y poder adquisitivo de quienes están buscando oportunidades en las que invertir y hacer crecer tanto sus ahorros como el capital con el que en algún momento pueden necesitar pero que pueden permitirse mantener inmóvil siempre y cuando reciban una contraprestación a cambio cuando llegue el momento.
Algunos de estos productos financieros tienen una alta rentabilidad, pero el riesgo que se asume cuando se invierte en ellos es muy elevado, como ocurre con las inversiones en la bolsa o la compra de acciones de empresas emergentes que aún no están consolidadas y no permiten hacerse una idea de si el proyecto va a funcionar o no. En estos casos el peligro es el de llegar a perderlo todo, de modo que se trata de productos no aptos para todo el mundo, sino que se reservan para quienes pueden permitirse perder su dinero sin que ello conlleve problemas económicos importantes.
Incluso en esos momentos es mejor tener una estrategia combinada, es decir, no depositar todo el dinero en un único producto sino diversificar las inversiones para cubrir las pérdidas que se producen en alguno de estos con las ganancias que generan otros y equilibrar así la balanza a nuestro favor.